“Esta es una historia de violencia de rabia y de violencia… Alguien pierde a alguien, alguien busca a alguien el resto de su vida. Esta es mi historia. Hubiera podido suceder de otra manera, pero sucedió así”. ¿Qué tiene Vera que perder en este momento de la vida tan distante y tan distinto que aquel en el que se vio obligada a dar a su hijo en adopción? Sus años de lucha rabiosa e infatigable por conocer su paradero revelan una trama turbia de bebés robados y madres olvidadas que nunca pudieron serlo, uno de los grandes pozos de silencio y desmemoria sobre los que se levantó el milagro de la transición española. Es el momento de dignificar la lucha, de convertirse en memoria para alguien y de planear su particular forma de justicia. Finalmente le ha puesto rostro y nombre, Egoz, a ese hijo del que no pudo ser madre y a la madre, Cora, que, engañada, tuvo la dicha de poder serlo. La genialidad de la ópera prima de Víctor Iriarte radica en una nueva manera de construir un cine social o de denuncia, si se quiere, a partir de una sutil forma de suspense que envuelve desde el primer momento con su particular propuesta visual y estética. Una película de voces e imágenes en la que los caminos y la búsqueda son el fado que lloran aquellos a quienes nadie ve “pero ahí estamos como fantasmas, acompañándonos… sobre todo de noche”.

Mónica Moya