Sandra es la nueva vigilante de seguridad en un centro comercial, quién en sus trayectos diarios conoce a Javier, un conductor de autobús. Este encuentro desencadena una multitud de experiencias caracterizadas por el anhelo, el cuidado y la autodeterminación. Este viaje de descubrimiento es más para el espectador que para ella misma, quien parece tener claras las cosas desde hace mucho tiempo.
Sandra es madre soltera, trabajadora, amante y mujer, pero ninguno de estos roles está subordinado a otro. Así lo demuestra la rutina que el relato describe y observa con sensible meticulosidad, apelando a un convincente trabajo con actrices naturales y a un tipo de realismo que parece simple, pero que es de los más difíciles de lograr, hilado con imágenes de gran fuerza y sentido poético. Asistimos a la ternura de la amistad entre mujeres y al reconocimiento del propio cuerpo, como parte de este honesto acercamiento a la multiplicidad de formas de ser mujer, que apunta a una universalidad que le permite dialogar con un público muy amplio y ser más eficaz y contundente con lo que quiere expresar. Yennifer Uribe nos sorprende con esta auténtica y refrescante ópera prima.

Oswaldo Osorio