En el contexto de una inmensa ola de manifestaciones populares en las calles de Santago de Chile previas al golpe de Estado (1973), Valeria Sarmiento, para entonces con 27 años, sitúa su mirada en el interior de una casa de clase media alta y su dueña. Lejos de ser un panfleto idiológico, este cortometraje de ficción (1975) nos entrega una rica y amorosa gama de matices y gestos alrededor de la feminidad, lo Político, las relaciones de poder, el intercambio entre clases sociales, lo privado. Éstas se expresan en la intimidad de la dueña consigo misma en relación a su espacio mientras suele estar haciendo oficio y refunfuñando en voz alta sobre María, la empleada doméstica, a quien precenciamos directamente solo cuando se sienta a su lado, a los pies de la cama, para obsverar y conversar la telenovela en grupo con la hija y la vecina. Valeria Sarmiento retrata a la dueña maquillarse, buscar un arete perdido, lavar la bandeja con los huesos de un pollo que se le había quedado a María en el horno, bordar la bandera del movimiento político que respalda, despotricar desde su balcón contra los manifestantes que apoyan al entoces presidente Allende, volver al lavaplatos, al agua, a la grasa, a la espuma a través de planos cerrados. Con gran delicadeza La dueña de la casa nos invita a atender la suave intensidad de lo que vemos, como también aquello que ocurre por fuera de las cuatro paredes de la casa y de la imagen, siendo una bellísima lección de la poesía, el cine político y el fuera de campo.

Gabriel Santiago