En pantalones cortos vinotinto, pañoletas en los hombros y medias blancas hasta la mitad de la pantorrilla, salen de un árbol con un brinco algunos niños y niñas de la Escuela de Pioneros en Cuba. Corretean por el bosque y se balancean en las lianas. Se escuchan sus pequeñas risas al fondo y una música coral. Éste será uno de los pocos momentos durante la película en que observemos a los niños comportarse como niños. A continuación, Valeria Sarmiento nos entrega el título de su novena obra, presente en Rotterdam IFF en 1993. Tras el preludio, nos adentramos paso a paso en conocer y recorrer esta escuela; una institución que desde los años 70 pretendió a nivel nacional «familiarizar» a ciertos niños en edad escolar con el mayor número de oficios y profesiones durante el gobierno de Fidel Castro. Sin embargo, El planeta de los niños no nos plantea una simple familiarización de los niños con su vocación, sino una encarnación total de su oficio, donde se les ve ejerciendo de notarios, conductores de televisión, químicos, doctores en plenas cirugías, bailarines, maquinistas o militares con una propiedad y una madurez escalofriante, y no por ello menos tierna y entrañable. Con cada niño que aparece ante la cámara la película impresiona sobre la capacidad de la infancia, sembrando innumerables misterios de cómo fue realizada, de los métodos de formación en la escuela, sus finalidades y los peligros a los que fueron expuestos por parte del gobierno cubano en el planeta de los niños.

Gabriel Santiago