En una aldea en Austria rodeada por bosques, una mujer es sentenciada a muerte por matar a su hijo. Se desprende de la vida que ha creado y sin pensarlo lo confiesa. La tranquilidad y la armonía de la naturaleza parece ignorar los sucesos terribles del alma. La excepcional fotografía y los precisos silencios del montaje, están unidos al paisaje de forma tal en la que cada detalle tiene una coherencia que nos lleva a la cotidianidad del siglo XVIII y de otros pensamientos que nos parecen lejanos, donde el fuego y lo salvaje están más al centro.

En las aldeas aisladas el tiempo se dilata: hay tiempo para ir al bosque y hacer la propia corona de flores para el matrimonio, tiempo para los rituales y para los regalos, tal vez tiempo de sobra, tal vez para regalos muy sórdidos. Agnés se prepara para ser esposa. Es devota, delicada, de una sensibilidad tal que se parece a las pequeñas alas de insectos que colecciona. Después de casada, se siente cada vez más aislada en la vida rural y arrinconada por pensamientos desconcertantes que la llevan al borde de un precipicio en el fondo del cual hay un nuevo comienzo del horror.

Maria Alejandra Buelvas