Desde Titicut Follies, su celebrada ópera prima, Frederick Wiseman se convirtió en un referente del documental y del cine directo, y así se mantiene más de medio siglo y 44 películas después. Especialista en observar instituciones públicas y elaborar relatos de largo aliento sobre ellas, podría decirse que con esta obra se interesa por otra institución, esta vez francesa (como ya lo hizo con el teatro y el ballet): su alta cocina, representada en el restaurante de César y Michel Troisgros. Se trata de un atento y minucioso recorrido por diversos componentes que rodean la que para muchos es la mejor gastronomía del mundo. Pero no es un documental que revela sólo procedimientos, como si se tratara de cualquier programa de cocina, sino que va más allá suministrar una información, pues consigue capturar esa mística de un quehacer que es al mismo tiempo un arte, una ciencia y un servicio, un oficio donde se crean unas obras tan imaginativas como precisas que, no obstante, resultan efímeras y para el disfrute individual. Ver este documental es experimentar una inmersión en un singular universo de sofisticado ocio, rigor profesional y pasión creadora.

Oswaldo Osorio