El documentalista chino Wang Bing ha registrado extensa y metódicamente la decadencia industrial de su país, y en esta película, rodada entre 2014 y 2019 y anunciada como la primera parte de una trilogía, se centra no en las ruinas del pasado sino en un presente vibrante: la industria de confección que se ha desarrollado en el pueblo de Huzhou, a 150 kilómetros de Shanghái, a donde llegan jóvenes de las provincias a trabajar cosiendo prendas en condiciones precarias.
Gracias a su longitud (tres hora y media) y a las repeticiones hipnóticas de lugares, acciones y personas, el documental nos sumerge en un mundo opresivo, donde casi no hay luz natural, donde el tronar de las máquinas de coser nunca cesa, donde los derechos laborales son mínimos y las quejas son inútiles.
Aún así, como su título lo indica, Wang logra encontrar algo conmovedor y muy vivo en las relaciones entre estos muchachos y muchachas que bromean, chismosean, flirtean y a veces se pelean en medio de su incesante labor, destellos de humanidad que brillan a pesar de un entorno que deja ver la cara más oscura, desarraigada y alienante del capitalismo contemporáneo.

Manuel Kalmanovitz G.