El mundo de Ramona se llena de color cuando actúa, porque ser actriz es definitivamente lo que quiere, a pesar de la inestabilidad económica, a pesar de su inseguridad y sus vaivenes emocionales, a pesar del terror que le produce llegar a su piso en Lavapiés y tener que subir sola la escalera. Ha llegado a Madrid, y sabe que es aquí donde están las oportunidades y donde debe quedarse. Mañana tiene un casting. Nerviosa, decide hoy hacer el recorrido hasta el teatro para asegurarse de tenerlo todo bajo control. Pero nunca llega. En un bar cercano conoce a un hombre, mayor que ella, con el que siente una conexión inmediata. Demasiado, quizás, porque ese tipo resulta ser un entusiasta del amor “a primera charla”, pero Ramona tiene a Nico, su pareja y el objetivo claro de ser madre. El problema es que no podrá zafarse de él tan fácil porque es el director de la película para la que audiciona. Ramona es una divertidísima película, muy ingeniosa, muy millenial y muy cínica con el enarbolamiento de ciertas banderas cuando se asumen desde la superficie, y por moda. Anclada en la magnética actuación de Lourdes Hernández, su protagonista, en sus inseguridades y sus neurosis, Ramona trata sobre elegir cuando la vida parece empeñada en confrontar la razón y el corazón. Una parodia llena de ilusiones, inocencia y vida.