Desde la ironía de su título, The Happiest Man in the World, nos propone un viaje surrealista sobre un hecho, sorprendentemente real. Un curioso club de citas prepactadas por internet, reúne a decenas de parejas en un salón de un hotel en Sarajevo para vivir una serie de dinámicas interpersonales dirigidas por los organizadores del evento. La primera tanda de actividades, pensada en forma de rápidas preguntas-respuestas, no tarda en poner de manifiesto que algo raro esconde Zoran. Poco a poco, la sonrisa inicial de Asja, se va tornando en sospecha para volverse definitivamente temor cuando Zoran le revela que participó como soldado en el asedio a su propia ciudad y que cree que Asjia fue la primera persona a la que disparó, a comienzos de los 90, durante la guerra de Bosnia, un sangriento fratricidio que convirtió a Sarajevo en una ciudad sitiada y arrasada durante cuatro años. The happiest man in the world es una de esas películas que atrapan desde los primeros instantes proponiéndonos un viaje extravagante a través de una estética y un humor muy particular y unos personajes magnéticos que no sabemos hacia dónde nos conducen y de qué manera. Atravesada por el estrés postraumático, las heridas abiertas, los odios no sanados, la posibilidad o imposibilidad del perdón, el comportamiento individual vs el colectivo y la bomba de tiempo que puede esconder toda cita a ciegas, la película salta del absurdo a lo profundamente humano en un relato diferente, inusual, provocador e inteligente. Una película de esas que hay que ver, precisamente, porque rara vez se ven.