En las montañas de los Alpes, allá entre las tierras áridas e incultivables del Piamonte, residen las raíces de Alain Ughetto. Las manos mágicas que moldean escenarios y personajes, han heredado la habilidad de un abuelo constructor al que nunca conoció, pero que ahora toma vida a través del diálogo ficticio con la abuela Cesira. Así, desde un mecanismo narrativo deliciosamente sorprendente, nos sumergimos en la historia y en la búsqueda personal de un director, quizás por aquello que dice uno de los personajes, porque uno no es de un país, sino de una infancia. Las guerras, las hambrunas, las epidemias, la iglesia, el racismo, el trabajo físico, casi que esclavo, la migración… atraviesan, sin asomo alguno de compasión esta odisea familiar de los años 20 que peregrina entre fronteras y países rebosante de humor y color. Pocas veces fondo y forma se dan la mano en un filme de una manera tan contundente y cautivadora. Los escenarios moldeados y levantados a partir de materiales sorprendentes, el equilibrio entre crueldad y ternura, las intervenciones del propio creador en la historia, interpelado y regañado por la abuela que recuerda y narra, la aparente sencillez del stop motion, el casi surrealismo de árboles, casas y paisajes y una larga y amplísima lista de etcéteras, hacen de esta una verdadera joya de película y una auténtica gema del arte de la animación.