Cuando Eduardo VII vio las imágenes en movimiento de su ceremonia de coronación, filmadas nada menos que por el mismísimo Méliès, no pudo evitar la exclamación: What a fantastic machine! Era el año 1902, la fotografía ya se había popularizado a lo largo del sigo XIX y el cine daba sus primeros pasos. Pero lejos estaba el comienzo del siglo XX de prever la avalancha de imágenes y videos que a día de hoy tomamos y consumimos diariamente. Con una mezcla de frenesí, crítica e ironía, Fantastic Machine es mucho más que un fascinante trabajo de recopilación de imágenes – de antes y de ahora – y un arduo y magistral trabajo de investigación y edición. 300 millones de fotos se publican a diario, más de un billón de horas de contenidos consumimos cada día… What a Fantastic Machine! Pareciéramos exclamar todos a diario pese a haber perdido la fascinación por aquel artefacto primero, pero hipnotizados por aquello que el artefacto captura. Valiéndose de un lenguaje que bien conocemos las audiencias de hoy, el de pequeños fragmentos consecutivos de clips diferentes, sin aparente “maldad” ni contexto previo, la película alterna segundos hábilmente seleccionados de momentos icónicos de la televisión, videos virales, archivo históricos y micro fragmentos de entrevistas a personajes tan extravagantes como Ted Turner, para construir, al ritmo voraz del consumo en redes que hoy hacemos, un fino y divertidísimo análisis de la imagen, la fascinación por la autorepresentación, la publicidad y el deseo que despiertan las vidas ajenas y perfectas que conviven con nosotros a través de las pantallas. What a Fantastic Filme!